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1.3.21

LA STRADA - Ciclo Fellini 100 años-

Fellini y su trilogia de la soledad:
La Strada, El Cuentero y Las Noches de Cabiria





LINK PARA VER EL FILM https://ok.ru/video/3486201023120

En la Italia empobrecida y arrasada de la posguerra, una madre desesperada vende una de sus hijas a un artista forzudo ambulante. La inocente Gelsomina (Giulietta Masina), toda pureza e inocencia, sufre el carácter violento y agresivo de Zampanó (Anthony Queen), una sumatoria de todo lo que está mal. A pesar de eso, la muchacha se siente atraída por ese estilo de vida nómade, siempre de pueblo en pueblo por la carretera (la "strada"), rodeada de artistas de circo y saltimbanquis marginales. Ella misma deviene parte del espectáculo, como un clown eternamente sorprendido por el mundo y sus gentes, hasta el momento en que deba tomar una decisión. 

Con esta película, la primera en obtener un premio Oscar en la categoría "película extranjera", Fellini se aleja sutilmente del neorrealismo para empezar a transitar ese camino donde naturalmente confluyen realidad y poesía. Titulo mítico, que catapultó internacionalmente a Fellini, y con una de las bandas de sonido más imperecederas del cine europeo. Los dos protagonistas están formidables en sus respectivos papeles.

Dirección: Federico Fellini 
Reparto: Anthony Quinn, Giulietta Masina, Richard Basehart, Aldo Silvani, Marcella Rovere, Livia Venturini.
Año / País: 1954 / Italia
Título original: La strada 
Duración. 103 min.
Guion: Tullio Pinelli, Federico Fellini
Música: Nino Rota
Fotografía: Otello Martelli (B&W)
Productora: Ponti / de Laurentiis

¡Uno de los grandes films de la historia! Estreno en el Metropol, 1957. Tanto nos conmocionó que los jóvenes de entonces, después de verla, empezamos a analizar la vida de otra manera, la sociedad de la Europa de post-guerra, la de nuestro país, la de esta ciudad que habitábamos, sitios todos en donde encontrábamos tristes similitudes con los planteos de esta obra universal. (



- Obra maestra, una de las mejores -y más aclamadas- películas de Fellini, y para muchos su film más bello y conmovedor. 10




- Bellísima en su rigor, cargada de humanidad; con un arranque sobrecogedor en su elipsis que se prodiga a lo lar­go de los momentos más duros de la cin­ta.

La visión del astroso carromato circense de Zampano y Gelsomina por las mí­seras carreteras italianas de posguerra ha quedado como paradigma del dis­tanciamiento de Fellini del neo­rrea­lismo, y estampa de su personalísi­mo modo de contar historias. Nada mejor que el circo -tan presen­te en la biografía de Fellini desde ni­ño- para mostrar el estrecho margen, co­mo cuerda floja de funambulista, en­tre la vida y la muerte, los sueños y la realidad, el éxito y el fracaso, la alegría y el desamparo que oculta la másca­ra; la debilidad y la fuerza acre­cen­tada por el truco.

En La Strada, Anthony Quinn, en el pa­pel de forzudo Zampano, y la esposa y musa de Fellini, Giulietta Masina, en un personaje fascinante que recuer­da al venerado Chaplin, componen un dúo de seres tan contradictorio como se­mejante. Dos desarraigados, necesitados, sepan expresarlo o no, de amor, de reconocimiento, de sentido. Como le dice a Gelsomina “El Loco” (Richard Basehart): “Todo en esta vida tie­ne un propósito. Hasta esta piedra… Porque si esta piedra no tiene un pro­pósito, entonces nada tiene senti­do. Ni las estrellas. Y tú también. Tú tam­bién tienes un propósito”.

Bellísima en su rigor, cargada de humanidad; con un arranque sobrecogedor en su elipsis que se prodiga a lo lar­go de los momentos más duros de la cin­ta, la quinta película de Fellini ga­nó merecidamente el Oscar a la mejor pe­lícula extranjera y fue nominada al Os­car al mejor guión. Obtuvo el León de Plata de Venecia al mejor director y el Silver Ribbon (Nardo d’Argento) al me­jor director y al mejor productor. Hubiera merecido premio también la fo­tografía de Otello Martelli y la ban­da sonora de Nino Rota, colaborador ha­bitual del director, que reproduce el “co­lor” del alma de Gelsomina y perpetúa su memoria más allá de la vida, has­ta provocar la redención final de Zam­pano y dar sentido a su vida.

Fellini decía de sí mismo que era “un artesano que no tiene nada que de­cir, pero sabe cómo decirlo”. Qué bien lo hace. (Cristina Abad / Fila 7)




El desgarrador patetismo operístico de esta primera obra maestra de Fellini te deja boquiabierto, no importa cuántas veces la veas. Masina alcanza una interpretación chaplinesca como la niña sencilla de clase trabajadora que tiene lo que ahora se llamaría "dificultades de aprendizaje". Vendida por su familia a un jugador y viajero brutal llamado Zampanò, que la intimida y la explota, y se da cuenta demasiado tarde de que su presencia en su vida fue obra de una misteriosa gracia divina. Fellini nos muestra el detrás de escena de la teatralidad del circo, dejando claro que no es simplemente un fenómeno magníficamente surrealista sino también un negocio difícil que implica la angustia de sus integrantes. (The Guardian)


A veces no somos capaces de apreciar lo que tenemos, ni de mostrar nuestro amor, hasta que lo que amamos desaparece. Es esta una experiencia universal, y en este sentido todos podemos identificarnos con ese tosco Zampanó. Esta inolvidable obra maestra de Fellini narra la interrelación entre dos seres aparentemente opuestos, pero que sin embargo tienen algo en común: su errante soledad y su dificultad para encajar en el mundo. Y su experiencia en común a través de las distintas etapas de su periplo son los hilos que tejerán su mutuo aprendizaje, además de un afecto por el otro que no siempre sabrán expresar. Es precisamente este amor no expresado, no desarrollado, el amargo combustible que prenderá el fuego emotivo de la escena final, una de las más tristes y bellas de toda la historia del cine. [FilmAffinity]



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