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5.8.15

MINNIE AND MOSKOWITZ

Minnie and Moskowitz (1971)




“...La historia básica surgió de recordar ciertas vivencias de soledad. La necesidad de una familia, del amor, de la amistad y de un entendimiento entre ciertas personas que te gustan y que quieres...” Cassavetes

Minnie Moore trabaja en un museo y vive con un hombre que la maltrata. Seymour Moskowitz es un viejo beatnick aparcacoches que no encuentra su lugar en el mundo. No tienen nada en común, excepto su soledad. Se conocen en un parking, cuando Moskowitz defiende a Minnie de la agresión de su acompañante. A pesar de sus diferencias y su amargura, descubren la gran necesidad que tienen el uno del otro. (FILMAFFINITY)







“Minnie & Moskowitz” es la película más histérica de Cassavetes y al mismo tiempo puede considerársela como su más directo homenaje al cine clásico de Hollywood, en particular a la screwball comedy de Howard Hawks y su gloriosa “Bringing Up Baby” o “It Happened One Night” de Frank Capra..Esto se nota en los diálogos que por momentos rozan lo absurdo hasta llegar casi al límite de lo imposible. Su primer acercamiento a la comedia alocada o excéntrica lo tiene con “Husbands” (1970), donde las acciones, conducta y diálogos de los personajes nos llevan a momentos de alteración plena. Esta situación se vuelve mucho más evidente en “Minnie & Moskowitz”, donde los personajes se enredan en terribles confusiones y romances”.



Dirección y guión: John Cassavetes

Productor: Al ruban
Fotografía: Alric Edens, Michael D. Margulies, Arthur J.- Ornitz
Actores: Gena Rowlands (Minnie Moore), Seymour Cassel (Seymour Moskowitz), Val Avery (Zelmo Swift), Timothy Carey (Morgan Morgan), Katherine Cassavetes (Sheba Moskowitz) Elizabeth Deering (Girl) Elsie Ames (Florence), Lady Rowlands (Georgia Moore), David Rowlands (Minister), John Cassavetes (Jim)Duración: 114 minutos

Premios
1971: Círculo de críticos de Nueva York: Nominada a Mejor Actriz (G. Rowlands)





Seymour Moskowitz (Seymour Cassel), una suerte de resaca de hippie años '60, gasta sus días estacionando coches en un parking de Nueva York. Poco más que el cine y las escaramuzas públicas conforman sus pasiones inmediatas. Larguísimo pelo rubio y lacio y bigotes desmesurados, encarna un sentido tan práctico de la vida como alimentarse a base de hot-dogs en los bares al paso de una ciudad adormecida en su ruido y mezcolanza. Amante del cine y de Humphrey Bogart cruza los Estados Unidos en dirección a la soleada California -inevitable reminiscencia de On the Road de Jack Kerouac y del indómito Dean Moriarty-.
Minnie Moore (Gena Rowlands) trabaja en el Museo de Los Angeles y apenas se conforma con ser la amante de un hombre casado que no tarda en abandonarla. Símil anónimo de Myrtle Gordon de Opening Night (John Cassavetes, 1977), es asediada por los interrogantes de la edad y la diaria insatisfacción. Dueña de un sentido reflexivo de la vida, es ella quien no deja de recibir la hostilidad urbana y cotidiana plagada de gritos y tensión física.
Como se espera, serán estas dos individualidades las que se encontrarán por la gracia siempre certera de la casualidad. Ambos conforman una pareja por demás particular dentro de la ya singular fauna cassavetiana. No podrían imaginarse dos engranajes más discordantes que Minnie y Seymour. ¿Por qué, entonces, esos planos de cierre de la pareja ya casada rodeada de niños y suegras en pleno festejo? A cuatro días del primer encuentro advierten, casi sin saberlo, que pueden prescindir de los rituales preparatorios que conducen a una supuesta fiable unión según el típico mandato del Sueño Americano. Se desvían, podría decirse, de una dirección impuesta y hasta hoy indiscutida por las obedientes sociedades de consumo. Desbaratan la estructura como suelen hacerlo los niños ante la incomprensión del mundo adulto. Están solos en una ciudad que finge cobijarlos en seguridades en seguida evanescentes.
Tanto Minnie como Moskovitz aman a Bogart pero nunca llegan a conocer esta intimidad que ambos poseen en mutuo silencio -él mira El Halcón Maltés, ella Casablanca-. Tal vez la lección burlona de Cassavetes haya sido elegir un simple detalle para desacreditar la rotosa idea de que entre dos personas se requieren amplias zonas comunes para acercarse al amor. A un lado de esto, Minnie sabe bien que las películas son sólo engaño y conspiración: "te hacen creer en todo desde que somos pequeños. Te hacen creer en ideales y en la fuerza, en hombres buenos, en el romance y desde luego en el amor. Entonces sales y empiezas a buscar. No pasa nada y sigues buscando. Consigues empleo, pasas mucho tiempo arreglando cosas. Aprendes a ser femenina, aprendes a cocinar... pero no existe un Charles Boyer en mi vida, nunca conocí un Clark Gable, nunca conocí a Humphrey Bogart. No existen, esa es la verdad, las películas te engañan y no importa cuán inteligente seas, lo crees igual", dice Minnie. No pueden dejar de pensarse, estas líneas, como un contundente aserto del propio Cassavetes. (Maestros del cine)

















“Como en todo film de Cassavetes la duración de los planos es bastante irregular. Depende fundamentalmente de los gestos que al director le interese remarcar. Del tiempo que él considere necesario que debe dejar la cámara en funcionamiento, reteniendo determinadas expresiones faciales o gestos físicos que se vinculan estrechamente con la acción dramática de la obra en cuestión”.





“En este film Cassavetes nos cuenta una historia de amor entre personajes de distinta condición física y económica con plena libertad fílmica, desde una perspectiva cómica y ahondando en las características psicológicas de ambos personajes interpretados por unos sobresalientes Seymour Cassel y Gena Rowlands. “Así habla el amor” es un film delicado y mordaz sobre la posibilidad de un encuentro amoroso en cualquier lugar y con cualquier persona”.




Minnie & Moskowitz y el cine clásico




Seymour Moskowitz adora a Humphrey Bogart.
Minnie Moore adora a Humphrey Bogart.



El cine clásico es su evasión, su modo de huir de la rutina, su respiro cotidiano. Ambos lo necesitan para soñar, para aliviar la soledad, para saber que existe algo mejor que lo que ellos viven, para tener un objeto de identificación y un objeto de deseo. Pero también tiene su cara oscura.

Porque el cine clásico los colocó en el disparadero, estimuló su imaginación, sus ambiciones. Jugó con sus expectativas vitales, y pocas cosas hay más peligrosas que jugar con las expectativas.

Él se vio sumergido en la impotencia masculina de no ser como los héroes, de no ser Humphrey Bogart, de no poder  silbar para invocar a la chica de sus sueños, de salvar de una agresión a esa chica de sus sueños y que esta no cayera rendida a sus pies. Nunca podrá ser Humphrey Bogart, y de ahí procede su frustración, su rabia, su agresividad. El cine clásico como frustrada identificación.

Ella vivió el cuento de hadas machista que le prometió el cine clásico, buscando a su Humphrey Bogart, a su Charles Boyer, buceando en la frustración de una neurosis histérica, dándose cuenta de que el edulcorado y bonito machismo del cine clásico nada tenía que ver con el agresivo machismo de la vida cotidiana. No existe un Charles Boyer, no existe un Humphrey Bogart. El cine clásico como frustrado objeto de deseo.

Seymour sale de ver El halcón maltés y sueña ser Humphrey Bogart. Entra en el bar y se encuentra con un conversador agresivo, una realidad sucia. El cine clásico se hace añicos en la calle.

Minnie sale de ver Casablanca y, después de la conversación con su amiga, la espera en casa su amante casado, que le tiene reservada una paliza. El machismo cruza la pantalla, el príncipe azul se torna oscuro. El cine clásico, una vez más, se hace añicos, muestra su cara oculta, revela su trampa, pero esta vez en la intimidad de una casa.

El cine clásico como motor de frustración tanto del objeto de identificación como del objeto de deseo. El cine clásico como tapadera de estrellas, escondiendo defectos, resaltando virtudes. Lo difícil es fácil, la vida se sueña ligera.

Seymour y Minnie van por fin al cine juntos. Se escucha la voz de Humphrey Bogart mientras él compara a Minnie con Lauren Bacall. ¿Es posible encontrar la felicidad? Si lo fuera, nos dice Cassavetes en este personal cuento de hadas, la única vía es rebajar las expectativas, vivir en otro como en nosotros mismos. Ser indulgentes con nuestro Yo y con el Otro. Aprender a escuchar y a escucharnos. Por eso Cassavetes centra los contraplanos en quien escucha mucho más que en quien habla. Minnie busca ser amada cuando debería preocuparse en amar. Seymour busca ser un héroe cuando debería convertir en heroína a quien tiene enfrente. (...) (de el dormitorio de Maud)



...........

Una película desprolija, poco mencionada por lo general por la crítica, pero la bárbara Minnie & Moskowitz es un John Cassavetes de primera línea .Están allí, de manera desmadejada, confusa, todas sus obsesiones. Largas filmaciones en las calles casi a la manera de un documental sobre vagabundos y homeless, interminables e impiadosos diálogos puertas adentro donde los personajes se relacionan con otros personajes pero, fundamentalmente, se autoanalizan para tratar de entender por qué son lo que son, por qué sienten lo que sienten, es decir otra manera del documental aunque esta vez psicológico, con tintes de monólogo introspectivo de teatro clásico. Gena Rowlands está -como casi siempre por aquella época- muy bien.

Quienes llevan adelante la acción (es una manera de decir) son perdedores con ínfulas intelectuales que intentan darle al arte y la literatura una verdadera función de vida: así se citan poemas y narraciones célebres, así también aparece, con bastante centralidad, la reflexión acerca de la tarea de entretenimiento pueril y consolatorio para la amarga vida de los simples mortales que cumple el cine comercial.
Un relato de beatniks sin épica; beatniks de verdad, no de esos que andan paseando por ahí como los muchachos de Jack Kerouac que en definitiva tan poco molestan sino de aquellos que se derrumban de desesperación, locura y marginalidad en los callejones y en las cocinas de las casa pobres de barrio. Casi un Bukowski aunque con una inyección de buen lirismo intelectual
El filme se dio a conocer en 1971 -se trata bien claramente una “película de los setenta”-, se la suele encontrar rebautizada en castellano como Así habla el amor y es imperdible, sobre todo si la enganchan en una de esas noches en las que el sueño no quiere venir: da para ir hundiéndose en el agujero de tanto pensamiento.
                            (de Cuadernos de Trabajo)



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